Pero el elemento generatriz de la música y del amor son diferentes. El amor no puede cultivarse, se presenta espontáneamente. El amor aparece precisamente cuando no utilizamos una actividad sea social, laboral o religiosa para mostrar al público nuestra excepcional personalidad, bondad y capacidad, sino que se da desapegadamente, sin hábitos o miedos, porque el amor es la esencia de la virtud.
Sin embargo, la música es un hecho cultural y proviene del pensamiento que es a la vez la respuesta de la memoria, de la experiencia. Sólo nace de la acción consciente especulativa del hombre con el sonido y el tiempo.
La música toma vida con el intérprete y su interpretación, erigiéndose en el elemento imprescindible para que el mundo conozca, la obra musical. Esta relación entre el creador, intérprete y público es única, lo que la hace diferente al resto de las artes. En cualquier manifestación plástica el creador finaliza la obra y ésto no variará. En la música dependerá de diferentes factores como son: "La creación musical, la calidad artística y técnica del ejecutante, el único medio a través del cual el público conocerá la obra.
El intérprete por su parte, por mucha sabiduría que deposite en la obra creada, se encuentra en multitud de ocasiones desorientado, principalmente por la indeterminación de indicaciones de demasiadas partituras. Si bien es verdad que gran parte de los compositores, desde finales del siglo XIX hasta hoy, han hecho grandes esdfuerzos por especificar la notación, no lo es tanto ya que hasta ese momento las indicaciones de tiempo y dinámica en una partitura no han existido o lo han hecho con términos relativos proclives a variadas interpretaciones diferentes como son, andante, allegretto, allegro, piano, de los que no existe una especificación universal exacta para todos ellos.
A esto hay que añadir la personalidad de cada intérprete, su formación, su intuición o su experiencia, diferencias suficientes tienen obligatoriamente que beber de una fuente inconfundible, el estilo, que como Stravinski intento explicar "es la manera particular con la que un autor ordena sus conceptos y habla la lengua de su oficio...y lo que se llama estilo de una época resulta de la combinación de estilos particulares".
Y por último está el público quien a pesar que desde su aparente pasividad pueda dar la impresión de ocupar el papel de juez, la realidad nos indica que tal responsabilidad puede resultar abusiva. La sanción de un producto que se ha gestado después de muchas reflexiones que han llevado al creador a elegir de entre un número indeterminado de ideas musicales una única, que resulte válida y favorezca el tránsito del caos al orden al que el compositor está obligado a acceder, este trabajo de especulación con el sonido y el tiempo, con la infinidad de operaciones mentales que ello implica, se merece, al menos, ser juzgada con ponderación, desde la abstracción de todas las cuestiones externas que puedan perturbar una escucha alerta y paciente, obviando posibles favoritismos, modas o fama.
Ante este estado de cosas, la responsabilidad es tal, que este juicio no pudede realizarse desde el anonimato que posibilita un sector llamado público. El juicio tiene que ser emitido por personas identificadas y se supone que cualificadas, pertenezcan al público, o ya sean compositores, intérpretes o específicamente críticos.
La postura del público es más solemne: acudir a la invitación que el compositor e intérprete le cursan para compartir el devenir de la música discurriendo a través de su medio natural, el tiempo, en un momento único e irrepetible. La escucha silenciosa, con la mente muy quieta, le transportará a un estado mental en el que se escucha todo, y sólo después cuando los últimos ecos de los sonidos organizados hayan cesado, podrá aceptar o rechazar el objeto estético, pero no juzgarlo.
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